
La dialéctica se ha reducido al pasado y ha quedado trabada en las mismas disputas que en la anterior legislatura. Los perfiles de los candidatos han estado claramente diferenciados por la crispación y la postura defensiva, encontrando dos diálogos confrontados y superpuestos a la misma vez. El cara a cara se ha convertido; además de en un monólogo; en una reafirmación de los discursos para su propio electorado.
De Rajoy podríamos decir que ha llevado la iniciativa en gran parte de la semi-discursión pero que su oratoria ha estado cargada de catastrofismo y no ha sido nada constructiva. Pese a no parar de nombrar ‘los problemas que a la gente le importan’ no dado ninguna propuesta para solucionarlos, dejando al descubierto el fondo de su mensaje: crispación. Como modo de apunte, destacar que los asesores de imagen del PP podían haber pensado en ponerle unas mangas más ajustadas a la medida de sus brazos. Respecto a la americana, ha podido ser un buen punto no abrochar el botón, Rajoy parecía más juvenil.
Que decir de Zapatero… Pese a su dialogo más calmado y a su pausado tono, el presidente ha estado dubitativo en algún momento. Debería haber usado una entonación más convincente ante ciertas acusaciones graves de su rival, a mi modo de ver inaceptables por parte de un buen demócrata. Por lo demás, el hasta ahora gobernante, ha sabido vender mejor su gestión, de manera constructiva y más alentadora que Rajoy. Por último, evidenciar que Zapatero debería alejarse de la posición victimista que ha cultivado, debería buscar un nuevo rasgo mediático-público con el que encarar este tramo final de la campaña.
En fin, entre reproches, subastas y recriminaciones, ninguno de los dos ha hablado de futuro. Pese a estar más cerca que nunca físicamente (ni en el congreso), nunca ha habido tanta distancia comunicativa. Rajoy no ha sabido ir más allá de la acusación y Zapatero de la defensa, y así, nos quedamos sin saber las políticas venideras.
A la espera del segundo debate (pensemos que será diferente) y sin un claro ganador, los únicos triunfadores son las cadenas y sus ingresos por publicidad. Los demás, como siempre, a tocar la pandereta…