Hace ya unos años del trágico suceso del 11 de Septiembre en los EEUU. Sin querer entrar a juzgar la autoría y/o la procedencia ideológica de tales actos, si me gustaría remarcar lo mucho que cambió el paradigma del Derecho en los países ‘supuestamente’ desarrollados, sin que ello quiera decir que gozáramos de total libertad antes de la desaparición de las torres gemelas.
Una de las medidas aplicadas tras el ¿atentado?, fue la aprobación de la Patriot Act, que reducía los derechos de los ciudadanos, duramente conseguidos por nuestros antepasados, a papel mojado delante de acusaciones de índole terrorista.
Poco después, precedido a un supuesto intento de explosión de un avión (recordemos que fue un ciudadano británico que intentó explosionar sus zapatillas y en vez de utilizar un mechero, lo intentó con cerillas), se extremaron de manera exagerada las precauciones de seguridad en los aviones. Lo más fuerte, es que ha existido una normativa secreta de seguridad; que hace bien poco se ha hecho pública; donde literalmente no autorizaba muchas de las medidas adoptadas en los aeropuertos.
La ampliación de poderes legales para acometer acciones anteriormente punibles, ahora son refrendadas en la débil premisa de la amenaza terrorista internacional. Pese a la existencia de células de carácter yihaidista, la adopción de estas medidas represoras no es proporcional al nivel real de alerta, por lo tanto, una vez más, se demuestra el abuso de poder y la manipulación de la información en detrimento de nuestros derechos e intereses.
Y esto nos lleva a un caso acontecido el pasado día 19 sobre las 10 de la noche, Nick Holmes, CEO de BuzzNumbers y ShiftedPixels, paseaba por los alrededores de su apartamento en Sydney cuando pasó junto a él un grupo de policías portando videocámaras. Pensando que podría capturar algo de interés, les siguió y comenzó a grabar con su BlackBerry en modo vídeo.
Pero cuando los policías advirtieron que estaba grabando le confiscaron el teléfono móvil y amenazaron con arrestarle bajo los términos de la Australian Anti-Terrorism Act. Tras arrebatarle el móvil, los policías revisaron sus contenidos, en teoría para borrar el archivo del vídeo grabado.
Holmes asegura que revisaron también sus contactos, fotografías y hasta sus e-mails antes de devolverle la BlackBerry. Y que ante sus protestas, mientras intentaba explicar que su móvil contenía mucha información de carácter profesional y no estaba de acuerdo con aquel registro, la única respuesta policial que obtenía era la orden de guardar silencio.
El New South Wales Council for Civil Liberties se puso en contacto con Holmes tras el incidente para ofrecer su ayuda si le fuera necesaria. Según su presidente, Cameron Murphy, en los últimos tiempos los poderes de la policía australiana para detener y registrar a la gente en cualquier momento han crecido de manera alarmante. Lo que resulta, en palabras de Murphy, muy peligroso.
Nick Holmes acudió a denunciar este hecho en la comisaría, pero un inspector le convenció para no formalizarla después de asegurarle que hablaría con los agentes implicados. Aunque, paradójicamente, la policía se niega a hacer comentarios sobre el suceso, argumentando que no existe una denuncia formal sobre el mismo.
Ben Grubb, que relata el incidente en Tech Wired Australia, incluye un vídeo de un suceso similar que tuvo lugar en Londres no hace mucho, aunque en esa ocasión Terence Eden, el protagonista, pudo grabar el registro y conservar la grabación. (ver video)
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