Después de leer el estupendo análisis de GEAP acerca de la situación económica y el desarrollo de la crisis sistémica global, parece claro que la tormenta financiera no ha llegado a su fin. Es más, contrariamente al discurso mediático y político dominante, no parece en absoluto que el inicio de la recuperación después del verano boreal de 2009 se esté gestando en el horizonte (ni en los próximos doce meses).
Aun así, parece arriesgado hacer una evaluación concreta de las consecuencias que esta crisis tendrá sobre nuestro fututo, sea buena o mala. Pese a ello, los políticos ya empiezan a hablar de pequeña recuperación. Los llamados ‘brotes verdes’ y la débil mejoría de los mercados no son más que un pequeño repunte económico, fruto de las inyecciones de capital del pasado año, que consiguieron hacer subsistir durante un periodo temporal la viabilidad de las empresas.
Ahora bien, queda claro que toda empresa se nutre básicamente del consumo de la economía, y que las economías domésticas no son capaces de absorber el consumo que hasta la fecha se venía llevando a cabo. Las empresas en vez de ir a mejor, están yendo a marchas forzadas, puesto que están reduciendo sus ventas en toda la cadena de distribución (desde materia prima a producto final), intentan sacar su deuda al mercado para capitalizarla y así hacer partícipe al pequeño inversor.
Este tipo de producto financiero (capitalizar deuda) que sale al mercado tiene un riesgo máximo, pues dan una alta rentabilidad siempre y cuando estas empresas repartan dividendos. Es un gancho que sirve para subsistir durante un periodo más de tiempo, sobre todo cuando el crédito es difícil de conseguir.
Esta necesidad deriva de la falta de crédito, pues está claro que el sistema financiero está débil y no es capaz de continuar con la línea de negocio y las políticas de endeudamiento que se estaban llevando a cabo.
Las empresas lo están pasando francamente mal para poder seguir en el mercado y pagar sus deudas. La consecuencia directa de ello, entre otras, es la imposibilidad de pagar a los acreedores, por lo que no parece imposible que más de un banco quiebre o muchas más empresas sigan hundiéndose.
Autores: Paralelismos / Polityzen
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